martes, 26 de enero de 2016

SOBRE EL CAOS Y LA INCERTIDUMBRE
 
                                 



        Quizás el título de este artículo pueda llevar a confusión y creer que voy a abordar el principio de indeterminación o incertidumbre de Heisenmberg o a disertar sobre la atractiva teoría del caos relacionada con las matemáticas y la física, que se refiere a la dificultad de predicción de sucesos a partir de pequeñas modificaciones iniciales. Me gustaría, pero soy un lego y tengo incluso dificultades comprensivas sobre dichas teorías.
Pretendo referirme, utilizando esos conceptos de caos e incertidumbre, a las sensaciones producidas en el ámbito del comportamiento y del mundo emocional de la persona, cuando se generan cambios en su entorno externo e interno de suficiente calado que les llevan a desarrollar conductas, pensamientos y emociones contaminados de angustia, estrés y malestar y que suelen ser objeto de consulta psicológica en cada vez un mayor número de personas.
Esos cambios, lógicamente, no son los mismos para todos. Mariano,  por ejemplo, acudió a mi consulta después de que el Director General de su empresa le comunicara la necesidad que su organización tenia de que se desplazara a un país de medio oriente durante un periodo indeterminado de tiempo a hacerse cargo de la expansión de su división. Posiblemente en otras circunstancias Mariano no hubiese desarrollado ninguno de los síntomas que le llevaron a mi consulta y se hubiera ido, quizás no encantado, pero sí más dispuesto a esa nueva aventura profesional; pero en este momento  Mariano, de 41 años, alto ejecutivo de esta multinacional que ahora le ofrecía “la oportunidad” de crecer y desarrollarse profesionalmente y  de proporcionar un servicio impagable a la empresa que tanto había creído en él, tenía 3 hijos de 12, 9 y 7 años, una mujer que, una vez pasados los años de mayor atención a sus hijos, había recuperado su actividad laboral y se encontraba realizada y satisfecha en su trabajo, reconocida por sus superiores y compañeros y asumiendo responsabilidades cada vez más retantes que la motivaban y la hacían sentir profesionalmente plena. En las numerosas conversaciones que habían tenido después de que Mariano recibiera la propuesta por parte de sus superiores, María, su mujer, había dejado claro su intención de no abandonar su trabajo, su ciudad, sus amigos, su familia de origen y también y desde luego no menos importante la estabilidad que observaba en sus hijos en un entorno acogedor y seguro para ellos, en el que se sentían razonablemente felices. En una de esas conversaciones consultaron también a los chicos dicha posibilidad y los tres manifestaron con rotundidad su negativa a irse a un país lejano y desconocido abandonando lo que tenían y valoraban.
La situación para Mariano resultaba compleja, poco a poco fue adquiriendo rasgos preocupantes. Entendía que si no atendía las necesidades de su empresa no solo perdía una oportunidad de desarrollo profesional, sino que probablemente se vería postergado y ya no sería una pieza importante en el engranaje, pasaría a ocupar posiciones irrelevantes y quizás la desconsideración de sus superiores y quién sabe si el abandono de la organización. Tema éste que le resultaba poco menos que de insoportable aceptación.
Por otro lado, comprendía la negativa de su mujer y sus hijos a abandonar sus vidas confortables y satisfactorias en aras a alinearse con una propuesta que significaba cambios sustanciales y profundos en la vida de todos ellos y desde luego no para mejor.  


Mariano había perdido el apetito, tenía dificultad para conciliar el sueño, algo que conseguía a duras penas a base de hipnóticos, situación que detestaba pues iba en contra de sus principios naturalistas, se mostraba irascible, tenía dificultad para concentrarse  incluso en tareas conocidas y relativamente fáciles, frecuentaba menos su mundo relacional, apenas disfrutaba de los momentos de ocio y esparcimiento y abandonó casi por completo actividades deportivas que le generaban disfrute y satisfacción.
Para entender el grado de angustia y estrés que estaba viviendo Mariano, conviene tener en cuenta algunos rasgos que forman parte de su carácter y  personalidad, como la importante necesidad de control que necesita para sentirse seguro en todos los aspectos de su vida. Sin llegar a ser obsesivo Mariano desarrolla comportamientos encaminados a prever innumerables consecuencias de sus actos y los de sus colaboradores y familiares. Dejar al albur de la suerte o la casualidad posibles resultados de sus acciones es algo que le produce un profundo malestar. Cuando alguna variable incontrolada interfiere en la marcha y/o en las consecuencias de lo que él tenía previsto normalmente se enfada con diferentes grados de intensidad. Se siente especialmente cómodo cuando planifica, agenda, organiza, controla….
Por lo que delegar no es lo que más le gusta y ello conlleva una mayor dedicación a la supervisión y el seguimiento de las tareas que realizan sus subordinados.
Por otro lado Mariano pertenece a una familia en la que el padre siempre ha encarnado una autoridad fuerte y nunca cuestionada por ninguno de sus 4 hijos a excepción de su hermana más joven de. La posibilidad de defraudar a su padre en cuanto a su comportamiento en la convivencia familiar, en la consecución de resultados escolares siempre rozando la excelencia, en la posibilidad de no alcanzar el éxito social y económico, así como en el mantenimiento de ideas políticas, religiosas, filosóficas emanadas de la genética familiar son aspectos que siempre han estado presentes de forma profunda, aunque inconsciente, en la forma de ser y de estar de Mariano. La adolescencia, esa edad de cambios y conflictos, favorecedora para cuestionar autoridades y modelos, no cumplió esa función dada la dificultad de Mariano para convivir con el conflicto y optó más bien por la sumisión y aceptación de todo aquello que emanaba de la autoridad paterna.


 A veces esto nos puede ayudar a entender la dificultad de algunas personas para aceptar otras ideas y puntos de vista distintos a los que han asimilado desde pequeños y que no se han atrevido a cuestionar por temor a defraudar o a no ser aceptados, queridos, valorados dentro del grupo de pertenencia, en este caso la familia.  Después de observar la forma en que se defienden determinadas ideologías por parte de algunas personas en las que abunda el acaloramiento rápido, la descalificación del contrincante, la escasa argumentación para rebatir opiniones, la incapacidad absoluta para incorporar a  su ideario nada que no esté ya fijado de antemano en sus creencias y principios, he llegado a conclusiones en las que me permito inferir que estas personas no han desarrollado a lo largo de la adolescencia ese cuestionamiento y critica saludable de los modelos, valores y creencias emanados del “padre” y los han incorporado a su vida sin el menor atisbo de rebeldía lo que les ha configurado rasgos de personalidad en los que se puede observar mayor rigidez, más intolerancia, dificultad para empatizar, miedos poderosos a la perdida de estatus, escasas habilidades de escucha…… Por el contrario, también he podido observar en personas que, aun manteniendo modos de pensamiento e ideológicos similares a sus figuras paternas han llegado a ellos después de haber pasado por la fase de cuestionamiento y autoafirmación, en términos freudianos después de haber “matado al padre”, por lo que han podido interiorizar y asimilar dichas creencias sin “tener que” asumirlas por decreto genético sino después de un proceso más elaborado y crítico que les ha llevado a hacerlas suyas. Normalmente estas personas son más tolerantes, más flexibles, pueden escuchar de forma más activa, se sienten más seguros y por tanto menos temerosos a los cambios porque la confianza y la seguridad son elementos que han conquistado, dado que, al contrario que las ideas y las creencias, no se pueden heredar.
Mariano tuvo que afrontar un miedo anclado desde hacía mucho tiempo y alimentado por determinadas creencias entre las que resaltaba
- yo no puedo rebelarme o incluso cuestionar una propuesta que emana de la autoridad porque si lo hago corro el peligro de que me excluyan del grupo, de que me digan que ya no formo parte del equipo, que ya no cuentan conmigo. Y mi seguridad proviene de mi obediencia y aceptación, no de lo que yo haya podido construir desde mi. Es decir, me encuentro ante una situación generadora de incertidumbre puesto que los que me otorgan la seguridad y la confianza me la pueden quitar sino atiendo sus necesidades y eso conflictúa con aquello que en esto momento me ofrece también seguridad y sobretodo afecto que es mi familia.
El proceso con Mariano fue encaminado a mejorar su autoconfianza y autoestima, a ayudarle a prescindir de pensamientos bloqueantes que le llevaban a considerarse incapaz sino era dentro de un marco referencial determinado, a poner luz sobre fortalezas y talentos que apenas conocía pero que también estaban en él y que le ayudaron a convivir de una manera más saludable con la incertidumbre y a poner un poco de orden en ese caos que observaba como insoportable.
Quizás logre caminar por esos espacios de caos sin necesidad de ejercer un control que le lleve al estrés y la angustia y permitirse navegar a favor de los vientos