ESPAÑA, UN PAIS CON LA AUTOESTIMA DAÑADA
Hace unos días leía en el diario
El Pais la publicación de una encuesta realizada por el Observatorio Científico
entre cuyos resultados se destacaba que un 25% de los encuestados creía que el
sol giraba alrededor de la tierra y un 40% que la especie humana había
compartido época con los dinosaurios. Una vez superada la sorpresa, esos datos me
ayudaron a entender algunas de las cosas que ocurren en nuestro país. Entre
otras que nos gobiernen quienes nos gobiernan y que después de haber utilizado
el poder para enriquecerse personalmente y enriquecer a sus amigos utilizando
el erario público, aun sigan al frente en la decisión de voto de las numerosas
encuestas que nos invaden últimamente. También para dejar de sorprenderme al
observar que los programas más vistos en
TV son Gran Hermano, Sálvame o algún otro de similar formato del que no
recuerdo el nombre.
Y en ese afán de tratar de
averiguar por qué ocurren las cosas y de entender los motivos que nos llevan a
las personas a hacer lo que hacemos, me encontré reflexionando sobre algún caso
de jóvenes y/o adolescentes que acuden a mi consulta por problemas conductuales
o de relación o incluso de pérdida del sentido vital y cómo algunos de ellos
muestran determinados cambios en su comportamiento que nos permiten detectar
que su autoestima puede estar dañada. En ciertos casos o bien ellos o bien sus padres me comentan que desde hace
algún tiempo han cambiado de grupo de amigos y han dejado aquellos con los que
habían compartido tiempo, experiencias y afectos desde la infancia, más ligados
a grupos del colegio o de equipos deportivos o de asociaciones para vincularse
a otros, en principio más ajenos a ellos en cuanto a formación, intereses,
responsabilidades…. Normalmente esto a los padres les suele resultar sorprendente
y preocupante y no solo por el hecho de
observar conductas y actitudes diferentes que juzgan como no deseables sino
también porque hay una sensación de pérdida de control respecto al nuevo grupo
de pares a los que no conocen y sobre los que muestran una opinión poco
favorable.
En el ejercicio de mi profesión
he aprendido que hay pocas cosas casuales y que cuando utilizamos este concepto
para expresar algo que ocurre, se debe más
bien a que desconocemos los motivos por lo que ocurre y no a la ausencia de
motivos. Así que cuando estos adolescentes deciden, en muchas ocasiones de
forma inconsciente, cambiar de grupo de amigos e ir al encuentro de otros
colegas es por causas definidas. Evidentemente no son siempre las mismas causas
para todas las personas pero sí nos hemos encontrado con un número no
despreciable de situaciones en las que esos cambios son debidos a mecanismos de
adaptación a situaciones que consideran más asumibles y con menos riesgos para
la imagen del Yo. Algunos de los rasgos
que caracterizan esos nuevos grupos son
la ausencia de retos, de compromisos, de afán de mejora, de modelos
reconocibles por sus valores y su esfuerzo… están más instalados en el principio de
placer: “hago aquello que me satisface aquí y ahora, pero tengo dificultades
para detectar cualquier consecuencia de mis actos”. En estos grupos el
adolescente no se siente exigido, no tiene que hacer ningún esfuerzo, ni poner
a prueba sus capacidades o talentos. Es decir se acomodan en una actitud plana,
en una zona de confort manejable en la que pocas cosas se cuestionan y en la
que desde luego no ha lugar alguno para el pensamiento crítico. Cuando uno
tiene la autoestima baja, es decir cuando considera, y no necesariamente de
forma consciente, que no es suficientemente bueno, que se siente incapaz de
realizar cosas tan bien al menos como sus iguales, que no encuentra en si mismo
elementos por los que ser valorado, querido o incluido, que no hay motivo para
celebrar los logros porque estos se deben a la fortuna, cuando hay pocas cosas suyas de las que se puede sentir
orgulloso, cuando piensa que casi todos los que le rodean son mejores que él, más
listos, más atractivos, mas…... Es decir cuando considera que no hay motivos
suficientes para aceptarse y quererse a sí mismo tal como es, entonces busca
espacios en los que esta percepción del self no le resulte tan insoportable,
espacios en los que el reflejo que le devuelve el espejo sea asumible porque es
igual de feo y pequeñito que su propia percepción.
Pues bien, volviendo al título de
esta reflexión, encuentro paralelismos
significativos a la hora de explicar algunas de las “conductas” de nuestro país
y que surgen a raíz de la lectura de los datos de la encuesta del Observatorio
Científico.
¿Cómo es posible que los programas más vistos de TV sean los
mencionados anteriormente?
En dichos programas se muestran
de forma zafia algunos de los rasgos más mediocres y repulsivos del
comportamiento humano: la intolerancia, la falta de respeto, la difamación, la
mentira, la grosería…. Y los muestran personajes vulgares e irrelevantes en
cualquiera de los aspectos con los que se valora la evolución del ser humano:
Arte, cultura, ciencia, deporte, solidaridad…. Personajes anodinos que se
prestan a mostrar los aspectos más ruines y degradantes de su personalidad
entre insultos y voceríos.
Pues parece que esto es lo que más gusta a una parte
importante de nuestros compatriotas. Y siguiendo el argumentario de la
autoestima dañada me permite inferir que puede ser debido a que estos programas
les permiten observar a través de la diosa TV que marca tendencias y
pensamientos, esos aspectos de su propia personalidad de los que no se sienten
precisamente satisfechos elevados a la categoría de espectáculo, permitiéndoles
pensar algo así como:
-“Si esto, que forma parte de mí aunque no me sienta
orgulloso de ello, lo muestran también estos tipos que salen en TV, entonces no
debe ser tan vergonzoso y además no tengo que hacer esfuerzo alguno para
comprenderlo, me puedo identificar fácilmente con lo que veo allí sin tener que
utilizar aquello que me distingue como ser humano evolucionado: el pensamiento
crítico y el raciocinio”
Es decir se pueden situar en esa parte de su zona de confort
que conocen y les resulta próxima, aunque no sea necesariamente confortable
pero que no requiere de ningún esfuerzo para cambiar, para descubrir territorios
más plenos, más gratificantes que conecten con esa parte de si más evolucionada
y dichosa, pero que implica un ejercicio de cambio, de aventura, de búsqueda
que no suele aparecer cuando la autoestima está dañada.
Desde esta misma lógica argumental no resulta extraño que esa
misma ciudadanía otorgue, elección tras elección, el poder de decidir sobre sus
vidas a personas y partidos cuya misión básica consiste en perpetuarse en el
poder a costa de lo que sea, para satisfacer sus propios intereses y favorecer
los de aquellos que les son afines, esquilmando para ello, sin el menor pudor,
los recursos públicos que supuestamente deberían administrar para atender las
necesidades de todos los ciudadanos. Lo
importante para estos personajes es
ocupar por tiempo indefinido ese cargo público del que se sirven para
enriquecerse y ejercer un poder sobre el que les gustaría no tener que
responder ante nadie.
La mayoría de las veces los únicos méritos que ostentan
estos elementos para desempeñar dichos cargos es haber sido elegidos por los
“mandamases” del partido que evidentemente no valoran sus conocimientos, sus
habilidades para gobernar, sus capacidades o sus virtudes, sino la lealtad a
quien les nombra, su falta de espíritu crítico y su absoluta obediencia a la
hora de cumplir las órdenes y normas emanadas de las altas esferas del partido.
Así pues a estos personajes se les otorga la
responsabilidad de gobernar. ¿Cómo es posible?
Gerd Gigerenzer, director del Instituto Max Plank de Berlín,
uno de los mayores expertos en el estudio del comportamiento humano, en su
libro “Decisiones Instintivas”, nos ayuda a entender estas conductas
sorprendentemente absurdas.
Durante años se dedicó a estudiar los motivos de algunas
decisiones humanas, y a observar cómo la TV ejercía un importante poder sobre
la capacidad de decidir de las personas no solo a la hora de elegir
determinados productos sino también en el momento de elegir a los candidatos
políticos. Sobre este trabajo elaboró una teoría que llamó “Reconocimiento y Evaluación”
y viene a decir que la persona vota o
compra aquello que reconoce, entendiendo por reconocer lo que se es capaz de
identificar después de haberlo visto.
En las elecciones a la presidencia de EEUU del año 92 más
del 50% de los americanos sabía que G. Busch, candidato republicano a la
presidencia, tenía un perrito que se llamaba Millie, porque había aparecido en
TV acompañando a toda la familia Busch y este se encargó de presentarlo a los
telespectadores; pero solo un 15% conocía la posición de Busch sobre la pena de
muerte y sus propuestas sociales y económicas. Es decir sobre estos aspectos
“irrelevantes” que no se pueden reconocer si no evaluar después de haberlas
leído y valorado.
No creo que resulte arriesgado extrapolar esa tendencia a
nuestro país y pensar por tanto, que una parte importante de la población
decide y elige en base a lo que reconoce y se reconoce lo que se ha visto y
sobre manera lo que se ve en TV a la que
se le concede el privilegio de la Deidad. Lo que aparece y se dice a través de ese artilugio no se
cuestiona, es creíble. Eso significa que no es necesario hacer el esfuerzo de
conocer, evaluar, cuestionar, criticar en base a lo que pienso, siento y
quiero. Es más cómodo dejarse llevar por lo fácil, por lo que viene enlatado,
por lo que dicen esos señores que salen en la pantalla y que aunque no entienda
muy bien lo que dicen resulta más fácil
asumirlo como bueno.
Al igual que el adolescente con autoestima baja estas
personas se refugian en situaciones que no
generen ningún esfuerzo, ningún reto, ninguna exigencia, solo apretar el
mando y asentir.
En esas estamos.