SOBRE EL CAOS Y LA
INCERTIDUMBRE
Quizás el título de este artículo pueda llevar a confusión y
creer que voy a abordar el principio de indeterminación o incertidumbre de
Heisenmberg o a disertar sobre la atractiva teoría del caos relacionada con las
matemáticas y la física, que se refiere a la dificultad de predicción de
sucesos a partir de pequeñas modificaciones iniciales. Me gustaría, pero soy un
lego y tengo incluso dificultades comprensivas sobre dichas teorías.
Pretendo referirme, utilizando esos conceptos de caos e
incertidumbre, a las sensaciones producidas en el ámbito del comportamiento y
del mundo emocional de la persona, cuando se generan cambios en su entorno
externo e interno de suficiente calado que les llevan a desarrollar conductas,
pensamientos y emociones contaminados de angustia, estrés y malestar y que
suelen ser objeto de consulta psicológica en cada vez un mayor número de
personas.
Esos cambios, lógicamente, no son los mismos para todos. Mariano, por ejemplo, acudió a mi
consulta después de que el Director General de su empresa le comunicara la
necesidad que su organización tenia de que se desplazara a un país de medio
oriente durante un periodo indeterminado de tiempo a hacerse cargo de la
expansión de su división. Posiblemente en otras circunstancias Mariano no hubiese
desarrollado ninguno de los síntomas que le llevaron a mi consulta y se hubiera
ido, quizás no encantado, pero sí más dispuesto a esa nueva aventura
profesional; pero en este momento Mariano, de 41 años, alto ejecutivo de esta
multinacional que ahora le ofrecía “la oportunidad” de crecer y desarrollarse
profesionalmente y de proporcionar un servicio impagable a la
empresa que tanto había creído en él, tenía 3 hijos de 12, 9 y 7 años, una
mujer que, una vez pasados los años de mayor atención a sus hijos, había
recuperado su actividad laboral y se encontraba realizada y satisfecha en su
trabajo, reconocida por sus superiores y compañeros y asumiendo
responsabilidades cada vez más retantes que la motivaban y la hacían sentir
profesionalmente plena. En las numerosas conversaciones que habían tenido
después de que Mariano recibiera la propuesta por parte de sus superiores, María,
su mujer, había dejado claro su intención de no abandonar su trabajo, su
ciudad, sus amigos, su familia de origen y también y desde luego no menos
importante la estabilidad que observaba en sus hijos en un entorno acogedor y
seguro para ellos, en el que se sentían razonablemente felices. En una de esas
conversaciones consultaron también a los chicos dicha posibilidad y los tres
manifestaron con rotundidad su negativa a irse a un país lejano y desconocido
abandonando lo que tenían y valoraban.
La situación para Mariano resultaba compleja, poco a poco fue
adquiriendo rasgos preocupantes. Entendía que si no atendía las necesidades de
su empresa no solo perdía una oportunidad de desarrollo profesional, sino que
probablemente se vería postergado y ya no sería una pieza importante en el
engranaje, pasaría a ocupar posiciones irrelevantes y quizás la
desconsideración de sus superiores y quién sabe si el abandono de la
organización. Tema éste que le resultaba poco menos que de insoportable
aceptación.
Por otro lado, comprendía la negativa de su mujer y sus
hijos a abandonar sus vidas confortables y satisfactorias en aras a alinearse
con una propuesta que significaba cambios sustanciales y profundos en la vida
de todos ellos y desde luego no para mejor.
Mariano había perdido el apetito, tenía dificultad para
conciliar el sueño, algo que conseguía a duras penas a base de hipnóticos,
situación que detestaba pues iba en contra de sus principios naturalistas, se
mostraba irascible, tenía dificultad para concentrarse incluso en tareas conocidas y relativamente
fáciles, frecuentaba menos su mundo relacional, apenas disfrutaba de los
momentos de ocio y esparcimiento y abandonó casi por completo actividades
deportivas que le generaban disfrute y satisfacción.
Para entender el grado de angustia y estrés que estaba
viviendo Mariano, conviene tener en cuenta algunos rasgos que forman parte de su carácter y personalidad, como la importante necesidad de control que
necesita para sentirse seguro en todos los aspectos de su vida. Sin llegar a
ser obsesivo Mariano desarrolla comportamientos encaminados a prever innumerables
consecuencias de sus actos y los de sus colaboradores y familiares. Dejar al
albur de la suerte o la casualidad posibles resultados de sus acciones es algo
que le produce un profundo malestar. Cuando alguna variable incontrolada
interfiere en la marcha y/o en las consecuencias de lo que él tenía previsto
normalmente se enfada con diferentes grados de intensidad. Se siente
especialmente cómodo cuando planifica, agenda, organiza, controla….
Por lo que delegar no es lo que más le gusta y ello conlleva
una mayor dedicación a la supervisión y el seguimiento de las tareas que
realizan sus subordinados.
Por otro lado Mariano pertenece a una familia en la que el
padre siempre ha encarnado una autoridad fuerte y nunca cuestionada por ninguno
de sus 4 hijos a excepción de su hermana más joven de. La posibilidad de
defraudar a su padre en cuanto a su comportamiento en la convivencia familiar,
en la consecución de resultados escolares siempre rozando la excelencia, en la
posibilidad de no alcanzar el éxito social y económico, así como en el
mantenimiento de ideas políticas, religiosas, filosóficas emanadas de la
genética familiar son aspectos que siempre han estado presentes de forma
profunda, aunque inconsciente, en la forma de ser y de estar de Mariano. La
adolescencia, esa edad de cambios y conflictos, favorecedora para cuestionar
autoridades y modelos, no cumplió esa función dada la dificultad de Mariano para
convivir con el conflicto y optó más bien por la sumisión y aceptación de todo
aquello que emanaba de la autoridad paterna.
A veces esto nos
puede ayudar a entender la dificultad de algunas personas para aceptar otras
ideas y puntos de vista distintos a los que han asimilado desde pequeños y que
no se han atrevido a cuestionar por temor a defraudar o a no ser aceptados,
queridos, valorados dentro del grupo de pertenencia, en este caso la familia. Después de observar la forma en que se
defienden determinadas ideologías por parte de algunas personas en las que
abunda el acaloramiento rápido, la descalificación del contrincante, la escasa
argumentación para rebatir opiniones, la incapacidad absoluta para incorporar a su ideario nada que no esté ya fijado de
antemano en sus creencias y principios, he llegado a conclusiones en las que me
permito inferir que estas personas no han desarrollado a lo largo de la
adolescencia ese cuestionamiento y critica saludable de los modelos, valores y
creencias emanados del “padre” y los han incorporado a su vida sin el menor
atisbo de rebeldía lo que les ha configurado rasgos de personalidad en los que
se puede observar mayor rigidez, más intolerancia, dificultad para empatizar,
miedos poderosos a la perdida de estatus, escasas habilidades de escucha…… Por
el contrario, también he podido observar en personas que, aun manteniendo modos
de pensamiento e ideológicos similares a sus figuras paternas han llegado a
ellos después de haber pasado por la fase de cuestionamiento y autoafirmación,
en términos freudianos después de haber “matado al padre”, por lo que han
podido interiorizar y asimilar dichas creencias sin “tener que” asumirlas por
decreto genético sino después de un proceso más elaborado y crítico que les ha
llevado a hacerlas suyas. Normalmente estas personas son más tolerantes, más
flexibles, pueden escuchar de forma más activa, se sienten más seguros y por
tanto menos temerosos a los cambios porque la confianza y la seguridad son
elementos que han conquistado, dado que, al contrario que las ideas y las
creencias, no se pueden heredar.
Mariano tuvo que afrontar un miedo anclado desde hacía mucho
tiempo y alimentado por determinadas creencias entre las que resaltaba
- yo no puedo rebelarme o incluso cuestionar una propuesta
que emana de la autoridad porque si lo hago corro el peligro de que me excluyan
del grupo, de que me digan que ya no formo parte del equipo, que ya no cuentan
conmigo. Y mi seguridad proviene de mi obediencia y aceptación, no de lo que yo
haya podido construir desde mi. Es decir, me encuentro ante una situación
generadora de incertidumbre puesto que los que me otorgan la seguridad y la
confianza me la pueden quitar sino atiendo sus necesidades y eso conflictúa con
aquello que en esto momento me ofrece también seguridad y sobretodo afecto que
es mi familia.
El proceso con Mariano fue encaminado a mejorar su
autoconfianza y autoestima, a ayudarle a prescindir de pensamientos bloqueantes
que le llevaban a considerarse incapaz sino era dentro de un marco referencial
determinado, a poner luz sobre fortalezas y talentos que apenas conocía pero
que también estaban en él y que le ayudaron a convivir de una manera más
saludable con la incertidumbre y a poner un poco de orden en ese caos que
observaba como insoportable.
Quizás logre caminar por esos espacios de caos sin necesidad
de ejercer un control que le lleve al estrés y la angustia y permitirse navegar
a favor de los vientos