¿CUÁLES
SON TUS MIEDOS?
Decía M. Benedetti refiriéndose al miedo que “no es que seamos cobardes, sino que aún no hemos encontrado el
motivo para mostrar nuestro coraje” y quizás tuviera razón.
El miedo es una emoción básica descrita por L. Greenberg.,
A. Damasio, P. Ekman y otros expertos en el mundo emocional, como una
perturbación angustiosa del ánimo ante un peligro real o imaginario, presente o
futuro, que se apodera de nosotros haciéndonos temer que suceda algo peligroso
o amenazante.
Desde un punto de vista meramente biológico podemos definir
el miedo como un mecanismo de supervivencia y de defensa, que permite al
individuo responder ante situaciones adversas con rapidez y eficacia. Es decir,
la emoción que nos ha permitido sobrevivir como individuos y como especie en un
entorno que mostraba peligros y amenazas.
Podemos también abordarlo desde la neurología y lo
describiríamos como la reacción desencadenada por la activación de la amígdala,
una estructura situada en el lóbulo temporal encargada de controlar las
emociones básicas que se activa cuando detecta la fuente de peligro
favoreciendo la respuesta del organismo ante ese peligro que puede ser la
huida, el enfrentamiento o la paralización.
Existen por tanto miedos útiles y necesarios que cumplen
funciones primarias relacionadas con la supervivencia. Pero no quiero referirme
aquí a este tipo de miedos si no aquellos otros que han sido adquiridos a
través del aprendizaje y que aunque en el momento de su aparición pudiesen estar
asociados a la supervivencia, cuando ya ha cesado el peligro continúan
instalados en nuestra mente, casi siempre de forma inconsciente, bloqueándonos
e impidiéndonos afrontar nuestra vida de una manera mas saludable y plena. Son
esos miedos fraguados en la relación con nuestras personas referenciales
(padres, hermanos, abuelos, amigos, profesores...) y que aunque no de manera explícita,
se nos han transmitido con cierta frecuencia. Entre otros el miedo a no ser
queridos, a ser rechazados, a no ser suficientemente buenos (padres, madres, hijos,
estudiantes, deportistas, profesionales...), a no cumplir con las expectativas
que se han creado sobre nosotros, a la soledad, al desamor, a no ser valioso, a
no triunfar, a carecer de identidad, a ser dañados, a la enfermedad, a la
muerte……. Estos y otros muchos pueden permanecer anclados ofreciéndonos un
espacio vital en el que la angustia, la ansiedad, el estrés, la neurosis
acampan con extraordinaria facilidad convirtiendo nuestra vida en algo ingrato
y doloroso.
Sabemos que estos miedos tienen un origen que muy
probablemente tiene que ver con lo comentado anteriormente y que conviene
identificar y abordar, pero sobre todo sabemos que se mantienen y alimentan
debido a los pensamientos, la mayoría de ellos inconscientes, que hemos ido
desarrollando sobre todas y cada una de las situaciones que nos producen miedo,
imaginándolas como reales y otorgándolas un valor de certeza que nos infunde el
mismo miedo que si fueran reales pero sin serlo. Todos reaccionaríamos de
manera similar ante un tigre que viene corriendo hacia nosotros; o huiríamos si
confiamos en nuestra velocidad, o nos enfrentaríamos si nos sabemos fuertes y
no hay otra opción o nos quedaríamos bloqueados pretendiendo pasar
desapercibidos.
Esas formas de afrontar el miedo responden a una estrategia
innata de supervivencia, y podemos decir de ella que es adaptativa pues
responde al aquí y al ahora. Pero cuando experimentamos miedo ante la reacción
de nuestros padres por una mala nota, o no nos defendemos cuando nos humillan o
faltan al respeto por miedo a generar conflicto, o nos bloquean las opiniones que
otras personas incluso ajenas a nuestro círculo cercano pueden tener sobre
nosotros, o nos venos obligados a cumplir con los requisitos de comportamiento
social que marca nuestro grupo de amigos no vaya a ser que nos excluyan del
mismo, o cuando tememos defraudar a nuestros mayores por no haber “triunfado”, o cuando el umbral de nuestra
capacidad de renuncia a atender nuestras necesidades es extremadamente bajo por
el temor a ser rechazados o tildados de egoístas, o cuando proyectamos sobre
nuestros hijos nuestros propios miedos
favoreciendo personalidades dependientes y con poca autonomía, estamos
experimentando miedos desadaptativos que casi nunca responden a amenazas o
peligros reales sino a construcciones de nuestra mente ancladas en experiencias
previas ante las que no hemos podido desarrollar adecuadamente nuestros modos
de afrontamiento.
Esos son los miedos que ayudan a construir nuestras
neurosis, nuestras fobias, nuestras relaciones de dependencia, nuestra
dificultad para expresarnos de forma asertiva, nuestra baja autoestima,
nuestras angustias y no lograremos sentirnos bien con nosotros mismos, con los
demás y con nuestro entorno sino somos capaces de reconocer cuáles son nuestros
miedos, cómo actúan y de qué forma puedo ir desmontándolos. El miedo es de las
pocas emociones que no tienen atajos para superarlas, es necesario afrontarlos
y enfrentarlos, cada uno con los recursos y medios de los que disponga, pero
mirándolo de frente y asumiendo las consecuencias que conlleva dicho
afrontamiento. La recompensa puede ser una vida más libre, más plena, más
gozosa.
Muy interesante como siempre. Parece que no va a haber más remedio que afrontarles si quiero superarles.
ResponderEliminarSerá ese el.proposito para este nuevo año que no acababa de encontrar?
Feliz y fructifero año 2018
Gracias Manuel por tus sabias palabras, siempre son estimulantes y me llegan como una ayuda a esta dificil tarea de vivir sanamente...la mente nos juega malas pasadas, ya lo decia Goya tambien los monstruos de la razón... quizá si empezamos a depender menos de los excesivos razonamientos y cabeza loca , ese es mi proposito, no tenerlos tan dominantes y sentir más desde la intuición.... te deseo lo mejor para este 2018, tu mejor versión de los hechos! besos
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